lunes, 19 de diciembre de 2016

Sobre el estreno de "12 hombres en pugna"

Peter Brook, reconocido director de teatro, sostiene en su libro “El Punto Variable” que tratar de cambiar el mundo a través del teatro es como tomar un taxi a Australia. Es decir, una tarea desproporcionadamente absurda.

Sin embargo, al poner en escena “12 Hombres en Pugna” de Reginald Rose, no he dejado de notar en ningún momento que la línea que separa una honesta puesta en escena de la propaganda directa se ha difuminado. En buena medida porque me parece urgente colocar los temas que trata el autor en primer plano.

En los últimos años, he sido testigo de cómo muchas personas, sin ninguna prueba contundente, reciben de los medios periodísticos y del público, veredictos instantáneos, injustos y errados. He visto como a personas a las cuales ni siquiera se les ha abierto un proceso legal, son juzgadas y sentencias por la prensa, y estigmatizadas por el resto del país, de manera automática. La masa hambrienta parece reclamar venganza y cualquier persona cercana a los crímenes, se convierte en un posible culpable.

Los periodistas, amparados por palabras ambiguas (“lo habría empujado”, “supuesta asesina”) acompañadas de primeros planos en cámara lenta de los rostros desencajados de los “presuntos implicados” mientras suena música tenebrosa, tratan de convencernos que estamos viendo la encarnación del mal. Y nosotros, público deseoso de sangre, devoramos estas fantasías truculentas, antojadizas y tendenciosas. Al hacerlo colectivamente, arruinamos la vida de una persona que aun no ha sido juzgada y que es, por derecho, inocente.

No existe ninguna prueba que demuestre, fuera de toda duda razonable, que Rosario Ponce cometió un asesinato en el Valle del Colca. Ni siquiera existe un proceso, ni razones para abrirlo. Sin embargo, el público y la prensa han decidido que deben destruir la vida de esta chica persiguiéndola por el resto de sus días gritándole asesina.

No existe ninguna prueba contundente contra Eva Bracamonte, sin embargo, la prensa se ocupó de vendernos la historia de una asesina de la cual difícilmente ella puede sacudirse y que empujó a un poder judicial timorato a condenarla para evitar la represalia de un público que no quiere ver justicia, sino ejecuciones.

Nos encontramos viviendo tiempos peligrosos. Esta es una época en que nos hemos acostumbrado a convivir con la estigmatización y el odio instantáneo y sin justificación a nuestros congéneres guiados por la manipulación mediática y un impulso vengativo que habita dentro de nosotros y que surge ante la menor provocación.

Hemos olvidado que cualquier ser humano es en esencia y por principio de derecho inocente, que lo que se debe demostrar es su culpabilidad más allá de cualquier duda razonable, que nadie tiene que demostrar su inocencia, que la prensa no es el poder judicial, que debemos buscar justicia y no venganza. Y que por encima de todas las cosas, lo primero que debe guiarnos, es la compasión y la empatía hacia nuestros congéneres.

Por todas estas razones, he decidido, junto con el maravilloso elenco que me acompaña, contradecir a Peter Brook y tomar ese taxi a Australia. Ojala podamos cambiar un poco el mundo. Acompáñenos.

Esta obra está dedicada a July Naters, mi amiga, hermana y compañera de tantas batallas. Mi admiración hacia ella ha sido lo que me empujo a escoger este texto. Espero lo disfruten.

No hay comentarios:

Publicar un comentario